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Somos monos de circo

  • M
  • Jun 4, 2015
  • 3 min read

Soy mujer. Me gusta maquillarme. Trato de ejercitarme con frecuencia. Ocasionalmente caigo en la tentación de tomarme alguno que otro selfie. Pero, ¿todo esto me define como mujer?


Hace 5 minutos me encontraba vagando en el mundo de Instagram y fui rellenada con, al menos, 30 imágenes recientes de mujeres mostrando sus cuadritos, bíceps, traseritos y bustos voluptuosos; es adictivo seguir bajando y ver más y más, diciéndote a ti misma “que fuera de forma estoy”, “empiezo dieta mañana” o “que fea me siento, seguro él/ella tendrá una vida maravillosa”.


Mientras me destruía mentalmente, caí en cuenta que sonaba como una persona 100% superficial, asumiendo que la vida se vuelve maravillosa o perfecta si tengo abdominales envidiables. No me malinterpreten, me parece que llevar un estilo de vida sano y mezclarlo con cierta vanidad ocasional no está mal; pero llenar nuestro cuerpo de músculos, a la vez que vaciamos nuestro contenido emocional, intelectual y espiritual, está errado en todas las formas. Niñas hermosas posteando fotos en las que prácticamente se venden como carne en el mercado de sus seguidores. Mientras más “buena” te veas, más “likes” o seguidores tendrás… eso es lo único importante. Invirtiendo cientos de dólares en gimnasio, maquillaje, prendas (que normalmente dejan nada a la imaginación), blower, uñas acrílicas… ¡Alto! ¡Estamos siendo bombardeadas por todos lados!


Hace unos días asistí a un seminario de etiqueta y me llamó fuertemente la atención un comentario que dijo la presentadora, con el que todas las asistentes (excepto yo) estuvieron de acuerdo, “Mujer que sea verdaderamente mujer, siempre tiene el pedicure hecho”. Es decir, si no tengo las uñas pintadas ¿dejo de ser mujer? Que absurdo. Un patrón que veo repetido en las mujeres frecuentemente es que son víctimas del ataque de los medios que indican: “Así deberías verte, ésta es la imagen de la belleza” y se tragan ese discurso como palabra santa. Yo he sido víctima también, por eso lo conozco bien.

Llegó un momento en mi vida en el que me veía al espejo sin blower, o notaba que tenía unas libritas de más y salía mi fiera superficial interna diciéndome “Eres horrible” y llegaba el impulso de: Compra maquillaje, mátate de hambre, alísate el cabello. Pero en algún punto comprendí que nada de eso importaba y que la sociedad estaba yéndose por el excusado.


¿Realmente quieres ser esa mujer que es conocida por lo “sabrosa” que está? ¿Aquella que tiene 900 publicaciones en Instagram mostrando lo que puede de piel, desesperada por atención?


A mis hermanas mujeres: no somos un pedazo de carne que se exhibe en vitrinas.


No existe un verdadero estándar de belleza que debemos seguir, el verdadero logro que debemos alcanzar es sentirnos bien con nosotras mismas, aceptándonos como somos y aprendiendo a amarnos. Vamos a poner un alto a esa imagen denigrante que nos hemos asignado en la sociedad.

Nada vende más llantas que una mujer en bikini, ¿en serio? ¿No es un buen video de reggae si no salen bailarinas prácticamente desnudas remeneándose hasta el piso? Y de paso díganme, ¿qué hace el reggaesero mientras la bailarina se remenea? Seguro gozando. Monos de circo, pedazos de carne a la venta. A eso hemos llegado después de tantos años de luchar por la liberación femenina.


La nenita rikaa, o bebitaa liiinda no son nombres de Facebook, ni de ninguna red social. Una foto donde muestras que eres “all about that bass” te hará deseable, más no bella; tampoco lo lograrán esas fotos en las que muestras tu cuerpo. Lo único que logrará la belleza real, es trabajar tu interior como persona y darte a valer como mujer.

 
 
 

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